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Full text of "Jose Marmol 1864 El Peregrino"

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il PERilíRIHO. 


ID W ® 5D lÉ o 2 IM,®a 


$or ^osk i^acntoL 






Sr. Dr. D. Francisco Pico. 




£1 amor á la patria — el infortunio del 
proscripto, la esperanza en el porvenir — 
son flores y espinas que ha brotado el co- 
razón de V. desde su mas temprana juventud. 

Una amistad la mas pura y desintere- 
sada hace muchos años que nos une. 

En este Canto hablo de Patria, de in- 
fortunio, de porvenir: ¿querrá el proscripto 
y el amigo aceptar este homenage pobre de 
una amistad rica de cariño y consideración ? 


JOSE MARMOL. 


Julio 19, 1846. 




^^REEMOs necesario dar al lector una li- 
gera idea de los cantos del peregrino, y la 
razón que hoy tenemos para publicar uno de 
ellos solamente 

El peregrino es un emigrado Argentino, 
que yiaja en el mar, desde el trópico de nues- 
tro hemisferio hasta los 65 ** Sur, á donde le 
arrojan las borrascas, sin poder doblar el Cabo 
meridional de América. Durante su viaje, 
de zona en zona, de grado en grado, canta 
la naturaleza americana, ya por sus recuer- 
dos, ya por los cuadros que se desenvuelven 
á sus ojos. Los trópicos con sus océanos de 
luces , y su eterna primavera; el polo con 




VI 




* SU cielo nebuloso, y sus montañas de nieve; 
el mar en todos sus misterios, en todas sus 
diversas y multiplicadas faces; los astros, las 
nubes; todo, en fin, lo que pertenece á la 
naturaleza, es para, el peregrino la primera 
fuente de sus inspiraciones. Pero aun halla 
otra de mas viva y lujosa poesia — su propio 
corazón: los recuerdos de la patria, con su 
imsado glorioso, con su presente de lágrimas 
y sangre, con su porvenir rico de paz y de 
felicidad, como una promesa de Dios. Los 
recuerdos individuales del proscripto, del pa- 
triota, del^amante, meditando sobre sí mismo, 
é historiando con sus propias impresiones el 
carácter y los acontecimientos de la época, 
son otra fuente donde á menudo bebe el poeta 
PEREGRINO sus inspiraciones. Y la naturaleza 
y el alma son los dos mundos misteriosos que 
revela en sus cantos. 

Fácil es ahora comprender que nuestro 
poema no es un poema dramático; que no hay 
unidad en sus cuadros, y que cualquiera de 
los cantos puede publicarse separado de los 
otros, sin alterar el poema, y sin necesidad de 
los anteriores para su intelijencia. Y pode- 
mos definir el peregrino, en su parte des- 
criptiva, como un himno en loor de la esplén- 
dida naturaleza de nuestro continente; y en su 
parte sentimental, como la historia del corazón 
del proscripto argentino; comprendiendo toda 
; I la época de la revolución de su patria, para 







la cual guarda garlos (*) todo el fervor de 
sus recuerdos, todo el amor de su alma. 

Esto es EL PEREGRINÓ, escrito sobre la 
cubierta de una nave; flor del mar, regada 
por ese rocío de la desgracia, que se llama 
lágrimas; y alumbrada por el rayo de esa 
esperanza en el porvenir, que, dádiva pre- 
ciosa de Dios, vive en el corazón de los que 
saben amarlo. Creación pura de las olas 
nuestro poema, deberemos á ellas los aplau- 
' sos ó la censura del público. El mar ha te- ( 
f nido siempre sobre nosotros un poder de en- ^ 
^ canto irresistible; y donde todos hallan mo- | 
I notonia y aburrimiento, hallamos nosotros el , 
I imán de las inspiraciones y de la actividad 

I del espíritu. Este fenómeno se esplica fácil- 
mente por las leyes eternas de la armonía; — 
el mar siempre es triste, y nuestro corazón 
nunca ha sido feliz. 

La publicación que hoi hacemos de uno 
de sus cantos, es puramente debida á la si- 
tuación. Ella nos inspira el deseo de publi- 
car algo del poema, que se relacione mas di- 
rectamente con los sucesos actuales, y nos 
niega los elementos para la publicación de 
toda la obra. Y elejimos el canto duodéci- 
mo porque es la vuelta del peregrino al 
Plata — mediando un espacio de dos años en- 
tre él y los diez primeros cantos del poéma. 


(•) Nombre del Peregrino. 





Es el mas árido, el mas desconsolador 
de todos, porque también lo es el asunto; y 
muchas veces raya su estilo en la vulgaridad, 
por la razón de éstas palabras de Horacio, 
que coloca Lord Byron al frente de su D. 
Juan: “es difícil expresar cosas comunes en 
términos escojidos.*’ 

A veces nos estendemos á consideracio- 
nes históricas, á otras puramente políticas, 
y que parecen agenas de la poesía; pero esto 
proviene de nuestro modo de comprender la 
época y la misión de sus poetas en América, 
r Pensamos que ningún hombre puede ser age- 
(no á las exijencias de su época, si quiere 
J pagar su tributo á la sociedad en que nació; 
j y creemo s que los po etas americanos tienen 
^ mas q^ue nadie el deber, tr iste pero impe rio- 
/so, de introducir con la música de sus pala-^ 
) bras en el cora zón del pueb lo^ la verdad de 
) las desgracias que este desc onoce^ y ^ ri^o^ 
las cadenas ^ue no siente. 

Ademas, no podriamos escribir de otro 
modo, porque no hai una fibra en nuestro co- 
razón que no esté herida por las espinas de 
nuestra época. 

Si alguna vez dejamos el sol pálido del 
estrangero y volvemos á nuestra patria — he- 
mos de volver — los cantos del peregrino se- 
rán las humildes flores de muchos climas, de 
muchas primaveras, que depongamos á sus 


sus 



IX 


pies. Y ella, leyendo en nuestro corazón 
estas palabras: **de aquí brotaron,” si no las 
halla dignas de entrelazarlas en las perlas 
de su diadema, á lo menos las habrá levan- 
tado del suelo. 


JOSE MARMOL. 


MmUvidcQ, Julio, de 1346. 









EL PEREGRINO. 


CANTO DUODÉCIMO. 


J 






CANTO DUODÉCIMO. 


— •OO)CC*0* — 


muda soledad duerme tranquila, 
Cual postrado león, la mar sonora; 

T allá en el horizonte su pupila. 

Cual risueña beldad, muestra la Aurora. 


El primer rajo de su luz vaeila 
T apenas de la mar la espalda dora; 
Pero llegan en pos y en muchedumbre 
Rayos y rayos de brillante lumbre. 







Huye la oscuridad y huye el sosiego 
De la ofendida mar que hincha su espalda, 
Y allá en el horizonte ondas de fuego 
Disputan á la mar las de esmeralda; 

Hasta que bordan opulentas luego 
Del Astro Rey la fúlgida guirnalda, 

Que en su llama inmortal al mundo absorve 
Como la luz de Dios absorvió al orbe. 


111 . 

Con la brisa del Norte hinchado el lino 
Se desliza el bajel rápidamente. 

Como la vida al soplo del destino 
En el mar de las cosas y la mente. 

En la popa, su vista el peregrino 
Tiene hja en las nubes de occidente; 
Baja sus ojos y las ondas mira, 

Y como lleno de dolor suspira. 


IV. 


¡Un suspiro! ¿Y por qué? ¿garlos, acaso 

Tiene algo de común con los dolores 
Ni la felicidad? ¿Ya en el ocaso 
Su estrella no apagó sus resplandores ? 
Indiferente al infortunio, el paso 
No mueve por dó quiera, sin amores. 

Sin dar al ruido mundanal un eco 
Su corazón desencantado y seco ? 







V. 




Ay, ese corazón fué tan á prisa 
Despeñado en los piélagos del mundo, 

Que si mira el pasado, en él divisa 
Un largo siglo de dolor fecundo! 

Se acabó para garlos la sonrisa, 

Y, escondido del alma en lo profundo. 

Coje allí la raíz de sus dolores 

Y la pone en su lira en vez de flores. 

VI. 

El fué para los hombres franco y bueno, 
Noble su corazón cual la nobleza; 

Pero existía un cáliz en su seno 

Y una chispa del génio en su cabeza. 

Le llenaron el cáliz de veneno. 

La chispa hirió del mundo la corteza, 

Y él dijo, al contemplarlo, fríamente: 

“Nos mirorémos, mundo, frente á frente,” 

VII. 

Y después, desatando sin recelo 
Del mundo y del espíritu los nudos. 

Cual roble Caballero, que en el duelo 
Deja su brazo y corazón desnudos. 

Tras de la tempestad remontó el vuelo 
Del infortunio al ¡Ay! sus lábios mudos. 
Comenzando esa vida, ese romance 
Que ojalá nadie á comprender alcance. 



6 


* p 

VIII. i* 

Esa vida, esc cúmulo do escenas, 

Donde ol drama del mundo ha conocido, 

Y donde todo, siii cscluir las penas, 

A cscepcion del honor, ha consumido. 
i Cuales dichas do amor lo son agonas ? 
i Qué hiol del infortunio no ha bebido ? 

¿ Que lágrima ha quedado en su pupila ? 
i A qué se lanza ya, ni en qué vacila ? 


IX. 


(Acaso los recuerdos todavía 
Arrebatan á su alma ese suspiro? 

( Del ciclo tropical el claro dia 
Viene ú su mente á perturbar el giro 
Do las negras ideas? Su alma umbría 
Se alumbra con el rayo do zafiro 
Que ol Crucero en su espléndido palacio 
Vierte en hebras do luz sobro el espacio? 

X. 


(Acoso su inmortal Cinco-dc-Enero [a] 
Eso suspiro lánguido arrebata, 

Y recuerda con él su amor primero, 

Y esa muger hasta con Dios ingrata. 

Para entregarle el corazón entero; 

Esa muger cuyo recuerdo mata, 

Por que, al verla una vez, ol alma espira 
Si léjos de ella y de su amor suspira ? 






XI. 


Aquella & quien un dia el PERSoitiiro 
Dijo: **Adios; yo te he amado hasta el exceso ; 
Mi amor primero te guardó el «festino. 

Toma, guarda también mi último beso; 

Si te halláre otra vez en mi camino. 
Entonces te «iiré con embeleso. 

Si conoces el sello de tu boca 
Yen, y mi labio con tu lábio toca.’* 


xn. 


No, no es esa quien hora de su pecho 
Arranca ese suspiro; la ama tanto. 

Que el <x>razon en lágrimas deshecho, 

O en sueños de placer, en ve* de llanto, 
Nunca á su iroájen y á su amor estrecho. 
Nunca suspira, pues su dulce encanto 
Es guardar cuanto fue y es de su bella. 
Sin que robe un suspiro el nombre della. 

XIII. 

Elns oniias que mira el peregrino 
¿No sabéis cuales son? Son las del Plata; 
Y esas nubes, que el rayo matutino 
Sobre el cénit azul blancas dilata. 

Le descubren el Cabo Cisplatino 
Coya sombra en los olas se retrata. 

¿ Comprendéis el suspiro ? Al Sur, la nube 
De las riberas «le so patria sube. 




XIV. 


Si al cstrangoro que aprendió la lüstoria 
Do estos pueblos, las ondas de su ría 
Inspiran un recuerdo en su memoria, 

Triste como el crepúsculo del dia, 

Al que en ellos nació, cuando la gloria, 

Que al nacer espiró, también nacía, 

¡01), qué no inspirarán si acaso sicote 
Sensible el corazón, y alta la mente! 


XV. 


El PEREORiivo SUS mirodas gira: 

A su izquierda, la Patria. AHI está 
Dice, y las nubes y las ondas mira. 

Por distraér el alma do la huella 

Que labra la vergüenza El aura aspira 

De la Patria Oriental sus rocas, bella 

Baiía la luz del sol.... mas ¡ay!, le muestra 
Que también hai tiranos á su diestra. [6] 


XVI. 



De un hombro quo en el Plata fuó su cuna 
Sus esperanzas y su fó primeras. 

Es por cierto, Gran Dios, bella fortuna 
Estar (Icl rio entro las dos ríboms, 

Y saber quo á la vez en cada una 
La barbarie despliega sus banderas; 

Y qu o en aquella ó en aquesta orilla 
A su garganta espera la cuchilla! 


Fjb cierto, si, mi pobre pebeorxivo 
Bien habrá do mover su mundo interno, 

Al contemplarse sobre débil pino 
Navegando á la entrada de un infierno; 
Bien puede meditar sobre el destino, 

Los fallos de Satán ó del Eterno, 

A la vista de pueblos j señores, 

Que dejó malos y los vé péores. 

XVOI. 

Su madrt Patria allí, y allí sa hermana . 
Hay parientes, por Dios, que mas valiera 
Llorarlos muertos en su edad tem|vana. 

Y esa madre de hermosa primavera, 

T esa joven tan pura en so mañana. 

El triste viajador verlas quisiéra 
En aqueso que llaman en la historia 
No tumbe, sino templo de la gloria. 

XIX. 

¡Argentino! Por Dios y por mi vida, 
Qoo este nombra no es hoy una gran cosa 
Si no se llama oosa desmedida 
Siervo vivir de tirania odiosa, 

O arrastrar vagabunda y desvalida 
Una esistenda osoora, fatigosa: 

Dos extremos, los únicos al hombre 
Que lleva de Aijentino el triste nombre. 







10 


Antes era otra cosa; ántes valía 
La pena de llevar una estocada, 

El decir con orgullo y bizariia: 

Nací Arjentino, y en mi Patria amada 
No hay ya ni esclavitud ni tiranía; 

Y en la frente del hombre inmaculada, 
Donde la Libertad graba su sello 
Deslumbra un rayo de esperanzas bello. 

XXI. 

Pero ántes esa Patiia, en vez de yugo, 
Laurel tenia y palmas en la frente; 

En vez de miserables y- verdugo 
Hombres de honor y corazón valiente; 

Y en vez del vicio, cuyo amargo jugo 
Hoy nutre sus entrañas torpemente, 

La miel de la virtud nutría el seno 
De amor, nobleza y esperanzas lleno. 


XXII. 

Entonces á la luz del claro dkt 
Se conquistaban glorias inmortales, 

Y el corazón en ecos repetía ' 

Las voces de los cánticos triunfales; 
Entonces por la patria se moría, 

Y eran templos las urnas sepulcrales; 
Entonces ¡Ay! las madres envidiaban 

íl| La suerte de los hijos que espiraban. 








II 


Entonces en la lid il^estros guerreros 
Diríjian al pedio castellano, 

Como leales y nobles caballeros, 

La punta de su sable americano; 
Entonces se envainaban los aceros, 

Y al vencido infeliz la propia mano 
Del vencedor cuidaba de su herida, 

Al que quiso matar dándolo vida, [c] 


mv. 

Entúnoes el anciano, cuya noble 
Frente, al peso del tiempo ya se abate, 
Cual viejo y fuerte deshojado roble 
Que resiste del viento al duro embate, 
Escribía la ley, cuando el icdóble 
Convocaba sus hijos al combate, 

Y ellos le daban Patria con la guerra , 

Y el viejo á ellos Ley para su tierra. 

XXV. 

Entonces en las bóvedas del templo 
La palabra de Dios repercutía ; 

Y la virtud de Cristo era el ejemplo 
Que el sacerdote al pueblo descubria: 
Entonces esta lira que yo templo 
A la voz de mortal melancolía, 

Otros templaban á la dulce y bella 
Voz de la libertad, en redor defla. 







Entonco el labrador, cuando el arado 
Volvía á levantar dejando el sable, 

Do su esposa y sus hijos rodeado 
A la puorta del rancho mifiorablc, 

Ricas cosas contaba entusiasmado, 

Todas do Patria y gloria rocmorablo; 

Sin miedo do negar ó dar renombres, 
Porque entónccs los hombres eran hombres. 


XXVII. 


Entonces oras tú, Pueblo Arjentino, 
Grande como los Andes y el Océano; 
Y á la luz do tu fúlgido destino 
Alumbrabas el mundo Amoricano, ^ 
Derramando en tu espléndido camino, 
Como Dios las estrellas con su mano. 
Chispas do libertad, rayos de gloria, 
Desdo el carro voloz do la vietoria. i 


XXVIII. 

Rodaban do los Andes do repente 
Torrentes do guerreros á su acento. 

Para caor cual rayos en la frente 
Do un trono con dos mundos por cimiento; 
Como al eco de Dios, en llama ardiente, 
Cayeran en raudal del firmamento 
Nubes y nubes quo el conit desploma 
En la réproba frente do Sodoma. 



XXIX. 


Y á sus plantas tiraba hecha pedazos 
La cadena de berro de dos niundos, 

Que cayeran del Cielo sin mas lazos 
Que aquellos del amor, y los profundos 
Mares que los estrechan con sus brazos, 
Por mas que sus desiertos infecundos. 
Donde todo se pierde ante los ojos. 
Parezcan separarlos con enojos. 


Y cambiaba del hombre los destinos. 
Levantando una vírjen esperanza. 

Como alza Dios los rayos matutinos 

Y cambia el huracán por la bonanza; 

Y abría de un futuro los caminos 
Donde una nueva humanidad se lanza. 
Como hizo Dios al presentar la oliva 
Dentro del Arca á la familia viva. 


Entonces al sepulero caminaba 
Paso á paso el guerrero, y de su frente 
La aureola el sepoU^o iluminaba 
Y el mas allá de la futura gente. | 

El Sol asi, cuando su marcha acaba 
Lleno de magostad en Occidente, ' 

De su tumba los bordes ilumina ^ 

Mientras á oh a región su luz camina. 





i 

XXXII. 

En fin la vida y aun la niisnia muerto 
En los Pueblos dol Plata, para ol hombre 
Eran cntónces envidiable suerte: 

Vid^cra gloria, y muerte era renombre^ 
Pero á osa Patria, valerosa, fuerte, 

Llena do gloria yVpulcncia y nombre, 
Rica do eorazon, rica do espada, 

¿Sabéis ahora lo que rosta?.. ¡Nada! 

XXXIII. 

Paroco quo su frente hubiera sido 
Por la vara do un mágico tocada, 

O la trompeta de Josué sentido, 

Al mirarla tan rápido postrada. 

Parece que algún soplo desprendido 
De lúa Egipcias plagas, abrasado 
Su atmósfera dejase, y do repente 
Postrado hubiera la marcliita frente. 






XXXIV. 


i 


Todo, todo pasó — Gloria, opulencia, 

La virtud misma del hogar no existe, 

Y las huroB las cuenta la existencia. 
Por los golpes de fierro que resiste. 

La propia flor de la beldad su esencia 
Ha perdido y su brillo mustia y triste. 
Encerrada con hálitos impuros 
De la barbarie entre los altos muros. 




I 



XXXV. 


15 j 




Apénas esa Patria que dcrnimbar, 

Mas y mas cada día el despotismo, 

Y besa mas la mano quo la tumba. 
Cuanto mas la despeña en el abismo; 
Apenas, como el polvo de una tumba 
Tiene floree quo brota de «í mismo. 

Tiene ella por el mundo alanos hombres 
Ze loaos de su gloria y de sus nombres. 


XXXVI. 

Que han bebido la hea de la amargura 
Bajo el pálido sol del extranjero, 

Y consuelan su misma desventura 
Con hablar á so Patria dulce agüero: 

Que bajo suelo cstraño sepultura 

Dán á sus viejos padres y al guerrero; 

Y les dicen: **Qoedad, hasta quo un dia 
Llevemos ¡ay! vuestra ceniza fría.'* 

XXXVll. 

Que vén nacer sus inocentes hijos 
Sin nacer en la Patria de su padre; 

Y en vez de maldecir, hacen prolijos 

Que al empezar á hablar la llamen madre: 

Y siempre en Dios y la esperanza iijos. 
Cuando á su Patna la bonanza cuadre, 

V'cn que rl dolor y la vejez los labra, 

Sin decir do Escipion la cruel palabra, [d] 
D 






i 16 


Aquesto y nada mas, Patria Argentina, 
Queda de tu pasado y tu grandeza; 

Es el último rayo que ilumina 
Del Sol que abrillantaba tu eabeza. 

Pero lejos de ti su luz eamina, 

Sin animar tu lívida belleza. 

Esa que abrigas torpe muehedumbre 
Nada conserva de tu antigua lumbre. 


Nada ?. . . ¡Oh, es mueho Tiada ! Tiene ménos 
Esa jente en el vieio embruteeida: 

Tiene aereedores do piedad agenos, 

Tiene la Humanidad, que sorprendida, 

Y los Cielos también de pasmo llenos, 

La piden cuenta, y en rigor debida. 

De esos largos escándalos salvajes 

Con que al mundo y á Dios comete ultrajes. 


Cuenta que has de pagar, redil de esclavos. 
Pueblo sumido en lodazal de crimen. 

Espúrea raza do los hombres bravos 
Que hoy en la tumba de vergüenza gimen. 
Ah, bien la pagas ya!.. Sientes los clavos 
Y el son de las cadenas que te oprimen; 
Dentro del corazón la verdad sientes, 

Y, nuevo Galiléo, crees y mientes. 





Diputados, Ministros, Generales, 

¿ Qué hacéis ? Corred : el bruto tiene fiebre ; 
Arrastrad vuestras hijas virginales 
Como manjar nitroso á su pesebre. 

Corred hasta las santas Catedrales, 

A vuestros pies la lápida ee quiebre; 

Y llevad en el cráneo de Belgrano 
Sangre de vuestros hijos al Tirano. 


Que su carro triunfal vuestras esposas 
Arrastren otra vez; dadlas al bruto . 

Pa ra que os hónre, si las halla hermo sas, 

Con daros d e su raza un noble fru to. 

¿ De qué no es amo y digno vuestro Uosas 
Si le disteis la Pátria por tributo ? 

Gracias, señores, gracias por la gloria 
Que dejáis de nuestra época en la historia, [e] 


Envidiasteis tal vez á los campeones 
Que llamáronse celebres un día, 

Y al nivel de esos ínclitos varones 
Os quiso levantar vuestra osadía. 

Y en efecto, tan altas ambiciones 

Se os han llenado ya, y en demasía; 
Pues La Fama, con nombres y apellidos, 
Os llama los mas célebres bandidos. 






I: 18 


Generales,. Ministros, Diputados, 

Grande es vuestra misión en vuestra Era; 
Y, si por buena ley morís ahorcados, 

Ni admirable tal vez ni ostraHo fuera 
Que allí vuestros cadáveres colgados 
Quedasen, como ojeinplo al que los viera 
Del modo como so hacen inmortales 
Los célebres, los altos criminales. 


Oh Rosas ! No la prensa y la Tribuna 
Del Drasilcro, grande solamente 
Te llamará, eso nú: también hay una 
Joven y noble y Arjentina frente,. 

Que hoy se levanta, y sin. temer ninguna 
Te llama grande, fuerte, omnipotente; 
Y así te llama ante la luz del día. 

Que es frente sin doblez, porque es la mía. 




Y así te llamo, para orlar do gloría 
Esa Patria infeliz á quien adoro; 

Que destinada en su naciente historia 
A escribir con valor páginas do oro, 
Primero la grandeza en la victoria. 
Después de ¡ntclijcncia un gran tesoro, 

Y á ti después te levantó en sus manos. 
El mas grande de todos los tiranos. 





XLVII. 





¿ Quien mas que tú fué grande en osadía ? 
Escupes en la frente de la Europa; 

T ese mundo de regia gerarquía 
Te brinda luego de amistad la copa; 

T pisas del bajel en que la envia 
El pabellón de la soberbia popa. 

Gracias, Rosas : mi nombre de Arjentino, 

Que el de enemigo tuyo ántes me vino. 

XI. vm. 

Ese nieto imperial de veinte abuelos, 

Hijo pigmeo de jigante padre. 

Manda tender del Aguila los vuelos. 

Luego que al potro de la Pampa cuadre; 

Y tú, rama del pasto de los suelos. 

Gaucho sin Dios ni Ley — de oscura madre; 
Haces que lleve un puntapié consigo, 

T te llame el Monarca Grande amigo. [/] 

ZLIX. 

Uno que es mas que tú transformó un día 
En estatua de sal una belleza; 

Y tú, mayor que él en fantasía. 

Haz tenido el capricho en tu cabeza 
De hacer de una nación de nombradla 
Un pantano cubierto de maleza, 

Y de un millón de seres racionales 
Numero igual de estátuas animales, 




íí 20 


Estátuas con rcsortos; tú las (ocas, 

Y ellas corron, so paran, lloren, cantan; 
Las dás de latigazos, y moa locos 
Saltan, gritan, te aplauden y se oncantan; 

Y al ruido el infiemo abre sus bocas 

Y hasta Satán y el Tártaro so espantan, 
Que á tantos á la vez ni Satán mismo 
Enloqueció jamás en el abismo. 


Gracias, Rosas; mi mente do poeta 
Busca la novedad; y cada fibra 
Siento del corazón lotir inquieta 
Por toda voz que de ignorancia libra; 

Y tú ores á mi oido una trompeta, 

Que en ecos claros mo repito y vibro: 

Quo si tú no ores Grande, pocos reyes 

Y pocos hombres hoy quo no son bueyes. 


:i8 * 


Ah, Rosos, si mi joven PsnECRTNO 
A quien haces viajor pobee y errante. 

Te encuentra alguna voz en su camino 
Habréis do sor amigos al instante. 

Puedo ser que se canso el Arjehtino — 
Tu apuestas á que nó— y ¡oy! su jigantc 
Viaje por el Brasil ó por la Europa.... 
Si te halla careos tocareis la copa. 




í 



T gran cosa» por Dios» mirar seria 
Conversando el Demonio y un poéta, 

En una noche de tormenta, umbría, 

Con voz pausada, con pupila inquieta, 

A la pálida luz de una bujía, 

Entre misterio y soledad secreta, 
Acariciando cada cual á solas 
El oculto puñal ó las pistolas. 

lilV. 

Y descubriendo de tu mundo interno 
Esos cóncavos senos del delito 

Que abrió en tu corazón el mismo infierno 
Para vaciar la rabia del precito; 

Y mostrando el por qué del ódio eterno 
Que fulminó tu corazón maldito. 

Saber Carlos entonces el enigma 

Para cantar su horrible paradigma. 

liV. 

Y al oscilar la luz sobre tu frente. 

Las sombras de tus victimas pasando 
Contemplase el poeta, y de repente. 

El trueno en los espacios retumbando, 

Y de cien rayos á la llama ardiente, 

Ver con arpas de fierro negro bando 
De bardos de Luzbel, á roncos grites 
Cantar tu maldictoa y tus delitos. 



Todo esto para garlos bien sería 
Kspectáculo ameno — escena rara 
Del drama de su vida — y bebería 
Contigo dos botellas cara á cara, 

Sin miedo y con placer. — ¡ Cuanto sabría i 
;Tú que enseñas tan bien, con voz tan clara! 
Mas ¡ay! no te ha de hallar; y Grande y Fuerte 
Seguirás en tu cátedra de muerte. 

I.V11. 

¡ Cuanto no has enseñado y puesto en duda ! 
¡Cuanta filosofía no has dictado 
De ficción y oropel siempre desnuda ! 

Las cosas como son has enseñado : 

La Ley de Dios para la tierra, muda; 

Bajo el látigo el hombre arrodillado; 

Y que todo es ficción cuanto decimos 
Del palabrero siglo en que vivimos! 

LVllI. 

Una cosa mas práctica la mente 
Te debe todavía; y es el modo 
De comprender de America el presente 

Y su modo de ser y sufrir todo; 

Pues, libre un poco mas, toda su jente 
Cual la que mandas tú duerme en el lodo; 
Erial de los Alcaldes y Virreyes 

Dó plantaron el bosque de sus leyes. 



-Tvé^'XJ 


L.IX. 





i23 i 


Hoy coincidencias raras en la vida 
De los célebre^ Pueblos. Cuantos males 
Ha sufrido la España en su caida 
Los debe á esos magníficos caudales 
Que la enviaba la America oprimida; 

Y ésta debe de llantos sus raudales 
A las manos que España le mandaba 
Para coger el oro que encerraba. 


ImX, 


Yo miro levantarse soberana 
De Washington la Patria» como el astro 
Que del pálido Oriente en la mañana 
Se alza dejando iluminado rastro : 

Miro su libertad virgen y ufana 
Despeñarse en su carro de alabastro, 
Atravesar los piélagos profundos, 

Y en sus hombros después volver con mundos. 

JjXJ. 

Yo miro del Brasil brotando lumbre 
La razón y la industria palpitantes, 

Como brotan en rica muchedumbre 
Sus arenas el oro y los diamantes ; 

Y allí su libertad en regia cumbre 
Fascinar con sus ojos rutilantes, 

^ Cual fascina su monte y su pradera 
I Con su eterna y lujosa primavera. 





LXII. 


Y yo miro también que donde el carro 
De la España rodo, sobre la tierra 
Inmensa de Cortés y de Pizarro, 

Hay solamente esclavitud y guerra, 
Pueblos sumidos en inmundo barro 
Que estremecen los llanos y la sierra. 
Recibiendo en la punta de las lanzas 
De la alma libertad las esperanzas. 

liZllI. 

Salud, Duque de Rivas. Eres hombre 
Que dijiste verdad en ecos llanos. 
Cuando dijiste, por negamos nombre. 
Españoles sereisy no Americanos .... 

Hó aquí la verdad por mas que asombre 
La' verdad que descubre cien arcanos. 

El prolijo, compendio de una historia 
Que ya cuenta mas lágrimas que gloria. 

liXIV. 

Aquí hay España, si; peio no aquella 
España de los ínclitos varones. 

Que por su Dios y por su Patria bella 
De Cristo y de Castilla los pendones, 

Al rayo divinal de clara estrella 
Y al soplo de sus nobles ambiciones. 
Desplegaban do quier, y el mundo todo 
Seguía el carro dcl triunfante Godo. 



L.XV. 


Mas DO la España, quo de su alta frente 
El dulce rayo del saber fecundo, 

Llena de magostad su luz fuljentc, 

Brillaba por el ámbito del mundo; 

Y cual fuera en las lides imponente 
De sus armas al golpe furibundo, 

Fuera después, al golpe de su acento. 
Bizarro paladin del pensamiento. 


XXVI. 

Esa España: su gloria nos daria, 

Y el alma de Colon al vernos Grandes, 
Nuestra madre inmortal bendeciría 
Desde la sien de los soberbios Andes; 

Y á su virjen espléndida diría : 

“ Para que al mundo en lo futuro mandes, 
,, Cuando te hallé desnuda, entre las ol^, 

,, Te cuhrí con banderas españolas.” 

LXVU. 

Mas era su poder poder del suelo, 
Humana creación que al fín perece, 

Y debia brillar como en el Cielo 
Exalacion que brilla y desparece; 

Y cuando tras del mar alzóse un velo 

Y á sus ojos la América se ofrece. 

Sobre los campos de Rocroy caía [g] 

La última luz de su rosado dia. 





lixvm. 


i 

Y aumerjióse luego en el torronto 
De las edades, y dejó en la liistoría 
Las huellas de sus pasos solamente, 

Que también pasarán con su memoria; 

Hasta que al fin la venidera gente 

Pierda hasta el nombre de su antigua gloria. 

Yerta en el panteón de las edades 

Con sus hombres, sus siglos, sus ciudades. 

LXIX. 

Y el Tajo, el Sena, el Rhin, en cuyas olas 
Al son guerrero de su trompa un día, 

O al eco de las liras españolas. 

El nombre de la España se aplaudía. 
Perdidas de su sien las aureolas, 

Y las lluvias de luz y de armonía. 

No sabrán de sus liras ni su trompa. 

Ni que hubo España de envidiable pompa. 

liXX. 

De su caos los siglos se desprenden. 
Llegan, ruedan, levantan en sus manos 
Generaciones, mundos, y descienden 
De la honda eternidad á los arcanos. 

Así del hombre laa pasiones hienden 
Por esos del placer goces mundanos. 

Roban la aroma de la flor, y luego 
Vuelven al corazón marchito el fuego. 






— >í9fS»15. 
27 i 


Tienen y nada mas sobre este mundo 
Una nación un siglo — un hombre un dia; 

Y el antes y el después es infecundo 
Tiempo que habita entre la nada umbría: 
Ya es la memoria en su caos profundo 
Al Partenon y al Capitolio fría ; 

Y de Venecia apenas los canales 
Hablan de Bucentauro y Carnavales. 


Y la glande misión, el siglo bello 
Terminaban de España: á su cabeza 
Habia orlado ya con todo aquello 
Que puede dar de grande la Grandeza; 

Y sobre el viejo mundo puesto el sello 
De su jénio, su lanza y su nobleza, 

Cuando un hombre, en los siglos sin segundo. 
Pidióla nn barco para darla un mundo. 


Suele haber en la suerte un mal sentido 
Que no sabe dar precio á ios momentos: 
Antes un siglo el Genoves nacido. 

La España hubiera puesto ios cimientos 
A un nuevo porvenir; habria sido 
El orbe avasallado á sus acentos, 

Y el cataclismo que tumbó su frente 
Deshecho por su mano omnipotente. 





1.XXIV. 




Y si un siglo después nace y le mueslra 
Este mundo, Colon ya no lo toca : 

El Galo y el Bretón ponen la diestra 
Y sus muros de bronce en nuestra roca.... 
¡Ay ! la fortuna de hoy menos siniestra 
Fuera para nosotros, y mas poca 
Servidumbre á la España costaría 
Este mundo encontrado en fatal dia. 


I.XX V. 

No habrían derramado al suelo hispano 
Esas brillantes lluvias de tesoros 
Las nubes del cénit americano 
Para agostar la . flor de sus decoros; 

Para embriagarlo y enervar su manó. 

Para hacer que brotara de sus poros, 
Desde Felipe hasta Fernando, males. 

En tres siglos á España tan mortales. 

LXXVI. 


I 


Eso es, lo que hay aquí. La España muda* 
La que tres siglos de fatal memoria 
Bajo el peso jimio de ambición ruda; 
Llorando apenas su perdida gloria . 

Alguna Lira de temor desnuda, 

Lágrima santa que guardó Ja historia, 

O la voz de alguna alma sin mancilla 
Junto al fuego ó al pié de la cuchilla. 








29 II 


La Espoña con quo luchan todavia 
De sus hijos ahora el genio y brazos, 
Sin poderla vencer en su porña, 

Ni con rayos del Génio ni á balazos; 
En la que el Fraile pertinaz conña ; 

La que ese Rey con cetro hecho pedazos 
En tenaz ambición mueve y ensana 
Contra la nueva ñoreciente España. 


liXXVIll. 


Eso tiene este mundo Americano, 
Como fibras de vida dentro el pecho. 
Desde el ñorído suelo Mejicano 
Hasta la estéril roca del Estrecho; 
Absolutismo,' siervos, y tirano. 

Farsas de Libertad y de Derecho, 
Pueblo ignorante, envanecido, y mudo; 
Superstición y fanatismo rudo. 


LXKIX. 


Eso -tienes, América; responde, 

¿ Cual es tu porvenir ? Quita un instante 
Tus ojos de la urna en que se esconde 
De tus glorias el tiempo de diamante; 
Deja tu noble vanidad, y ¿donde 
Dime se aclara el moi allá^ que errante 

L Busca inquieta y tenaz la mente mia 

Entre las nubes de tu noche umbría ? 

, ^ 


I 



Deja tu gloria eti la nevada cumbre 
De los altivos Andes, firente á frente 
Con la posteridad brotando lumbre. 

De mar á mar, en fiiijido torrente; 
Deja también la rica muchedumbre 
De las verdes promesas de tu mente, 
Y mirando tus hombresy lo que ignoro 
Revélame, por Dios, que yo te adoro. 


¿Cuál es tu porvenir? ¿Por qué camino 
Despenada mi mente en lo futuio 
Encontrará de América el destino. 
Atravesando siglos, como el puro 
Rayo del Sol nadando bríllantíno 
De nube en nube en el cénit oscuro ? 
Habla: los Andes, y la mar, y el viento — 

¿ No ves ? — se postran á esperar tn acento. 


Yo sé que serás tú la flor mas blanca 
En el jardin del porvenir humano; 

Y que en tu Cielo el Hacedor estanca 
Las lluvias que abrirán puro y lozano 
Tu cáliz virjinal; y al orbe, franca. 

Olas darías de tu ámbar soberano; 

Yo sé que tus destinos son estrellas, 

¿ Mas como. Madre, di, rodarán ellas ? 







31 



liXXXIII. 

¿Habrá sobre tus hombros, algún dia, 

El manto azul ^de Césares acaso, 

Y espléndida y brillante, madre mia, 

En tapiz regio marcarás el paso; 

Y tu primera, estrella mustia y fria, 
Llevada por el tiempo hasta el ocaso, 
Habrá dejado apénas por memoria 

El nombre óe República en la historia? 

LXXXIV. 

Pero silencio.... la tormenta ruje, 

Y á los golpes del rayo de repente 

En su cimiento de oro el Andes cruje .... 
Tú sabrás qué poner sobre tu frente 
Cuando en el Cielo el Iris se dibuje.... 
Entretanto, esta chispa que mi mente 
Acaba de arrojar, hoy no se mire; 

Que en la posteridad luzca ó espire. 

LXXXV. 

Elntre tanto, también con tus cadenas 
Queda, ¡oh Plata! y tus crímenes prolijos, 
Como Saturno, de tus propias venas 
Tragándote voraz los tiernos hijos : 
Tendido en tus bellísimas arenas 
Queda, en sangre no mas tus ojos lijos; 
Como el Boa dcl Indo harto de entrañas 

Postrado queda entre aromadas cañas. 

F 


32 


liXXXVI. 

Queda por medio siglo todavía, 

Pobre Patria Arjentina, sin guirnalda, 

Sin luz, sin genio, aletargada y fria. 

Brotando las heridas de tu espalda 
La sangre que nutrió tu tiranía; 

Y cuyo rastro el monte hasta la falda. 

Las piedras, los desiertos, cuanto existe. 
Conservarán enrojecido y triste. 

1.XXXV1I. 

Queda hasta el mas alláy donde el destino 
De América revele los arcanos, 

Y con ellos también. Suelo Arjentino, 

Los tuyos que el futuro entre sus manos 
Conserva todavía; y el camino 

Porque transitas hoy y esos tiranos. 

Sean en colosales dimensiones 
Cuadros de novedad é inspiraciones. 











LXXXVIII. 


Saspirá kz« peregrino, y de la nave 
Vuelve del Sur la vista coumovida. 

¿Como no suspirar, cuando no cabe 
Dentro del pecho tan ingrata vida; 
Cuando pasan los años y no sabe 
Sino que pasan sin curar la herida; 
Cuando en su mente ¡ay! todo concentra, 
Y á nadie y nada su memoria encuentra? 



34 




Lxxxrx. 

Cuando á los hijos dcl honor divisa 
Condenados de Tántalo al suplicio; 

Y mira en el tirano la sonrisa 

Y á ellos ahondar su propio precipicio; 
Trabajar con valor, y mas á prisa 
Que el ariete se alzó ser el desquicio; 
Cuando vé por do quier tiempos y lanzas 

Y por do quier perdidas esperanzas ! 


xc. 


¡Y siempre bajo el Sol del estranjero, 
Y siempre el pan de la miseria amargo 
Carlos ¡ay! tiene el corazón de acero 
Para llorar por él; pero ¡es tan largo 
El tiempo que ha corrido lastimero 
Sobre tanto infeliz; y el triste cargo 
De llorar su dolor es tan sagrada. 

Tan hermosa misión de alma inspirada ! 


XCI.. 


Allí están unas rocas — ¡Sufre tanto 
Al volver á mirarlas de este rio. 
Regadas por la sangre y por el llanto. 
Bajo un Cielo tan lúgubre y tan. frió... 
Allí donde otra vez su primer canto. 
Como al alba «del ave el primer trio, 
Saludó el porvenir, fija su frente 
En las rosadas nubes del Oriente....! 


— t*ÍÍSfM 
35 


Allí donde en el alba de su vida 
Se abrió la flor de sus afectos pura, 

Y vió la primer hoja desprendida 
Al primer temporal de desventura.... 

Allí conoció su alma sorprendida * 

Su luz vital y su misión futura. ... ' 

Allí vió descubierto su camino. 

Allí dió el primor paso el peregrino. 


Allí están esas rocas orientales / 

Do le arrojaran do su patria bella 
Esos raudos furiosos temporales 
Que deshojaran la guirnalda en ella! 

;Y cuando? Cuando apenas virginales 
Veía CARLOS los rayos de su estrella; 
Cuando daban apénos entre amores 
Sus diez y ocho años las primeras flores! 


;Y ya cárcel, cadenas y destierro, 
Amor, placeres, juventud perdida; 

Y ya la sin piedad mano de hierro 
Del infortunio taladrar la vida; 

Y ya el primer doloE, el primer yerro, 

La primer falta la primer caidd, 

Y ya, en cuerpo infanñl, alma enlutada. 
De pasión en pasión ir despenada. . . . ! 


36 


i 


¡Y ya sabor odiar.... y ontrc despojos 
Dejar la Patria por la vez primera 
Sin brotar una lagrima los ojos....! 

¡Y ya con alma noble y altanera 
Soportar deBongafíos y sonrojos. 

Pisando sin hogar patria estranjera ! 

Pasad tristes recuerdos do la mente — 
Allí están esas costas del Oriento. 


XCVI. 

Bollas como su nombro, allí su falda 
Besan del Rio y do la mar las olas, 

Y las cumbres bordadas do esmeralda 
El ámbar do la flor esparcen solos, 

Cual si el aura que agita su guirnalda 
Impregnada de esencia do amapolas 
Adormeciera desmayado al hombre 
Dentro do eso jardin bello hasta en nombre. 


ZCVII. 


En esos campos el corcel do garlos 
Cien veces estampó sus herraduras, 

Cuando quiso el poeta contemplarlos, 

Lleno, por tradición, do su hermosura; 

Y pudo en sus bellezas admirarlos 

Y mas que en su belleza en su ventura, 
Que oran' felices ¡ayT; pues mas que flores 

* ) 

J I Brotaban libertad y paz y amores. 

— 





sacsía<- 




37 


¡Oh! esos campos son fértiles y bellos 
Cual corazón de quince primaveras ! 

De la alta bendiicion vense los sollos 
En la vegetación de sus praderas : 

En el millar de arroyos que por ellos 
Serpean entre blancas primaveras, 

Como arterias de un cuerpo derramando 
Vital licor en movimiento blando. 


Y en esas mil espléndidas cuchillas 
Ricas de gracia y aromadas flores. 

Que en tiempo de la mies son amarillas 
Nubes que flotan ricas de colores; 

Y cuando hiela Julio sus orillas 

Y el Pampero desata sus rigores. 

Son las oscuras y robustos ondas 

Que en el centro del mar se alzan redondas.. 


¡Ay! en ellas la brisa era tan pura, 

Tan . grata para el alma dol proscrito, 
Quo al ver su Patria bajo nube oscura— 
Atmósfera de sangre y de delito — 
Ciudadano del mundo, á la ventura. 

Salió á buscar el h lito bendito, 

Soplo puro de Dios, dulce, sin nombre. 

De la suprema libertad del hombre! 





¡Ay! entóneos ese hálito do vida 
Rofrcscab» la sien dol Uruguayo, 

Y esa Patria— esa rosa desprendida 
Do la corona virjínal do Mayo — 
Desplegaba sus hojas engreída 

Del alma libertad al duleo rayo; 

Y en la mas joven do sus tiernas hijas 
Tenia Mayo sus mirados fijas. 

ClI. 


Llena do fuerza y do temor desnuda, 

Arrebatar al Plata parooia 

Todo su porvenir en solo un dio. 


i 


La industria de la Europa en raudos alas 
Miraba la feliz Montevideo 
Llegar, para cubrirla con sus galas. 

Era el bollo festín de su himonoo 
Con el Progreso, en las brillantes salas 
Dol arte, de la cíoneia j dol deseo; 

Pues euanto pudo ainbieiocar su monto 
Allí tenia para orlar su fronte. 







39 


Atropellando Las soborbiaa olas 
Del Plata, dilataba sos cimientos; 

Y en las rocas estériles j solas 
Improvisaba ricos monumentos; 

Y en ellos y dó quier las aureolas 
De las artes burlaban los momentos; 

Y eran, al contemplarla, recordadas 
Las fabulosas grutas encantadas. 


La Libertad cubria su cabeza 
Con su manto de luces, y atraídos 
Por el tocante imán de su belleza 
Los hijos del honor — los escojidos 
Paladines de la última nobleza 
De la Aijeníina Patria— conmovidos 
Llegaban á guardar bajo eso manto 
Sus bellas esperanzas y su llanto. 


L 


Un oofo de poetas esparcu 
ÍM música inefable para el alma. 
Regalando en su dulce molodia 
Para el mqmeto ooraaon la calma; 
Porque es lluvia de Dios la poesía 
Que al pecho del mortal la hebre calma; 
IrresMiiblc y sania, cual la pura 
Lágrima virjmal de la hermosura. 


I 

Ellos, con arpas de marfil, el lloro 
Del proscrito calmaban y sus penas: 

Ellos la libertad con trompa de oro 
Anunciaban al pueblo entro cadenas; 

Y sus almas del ftiljido tesoro 
^ De inspiración y de armonía llenas. 

Saludaban también el primer rayo 

Que anunciaba en Oriente al Sol de Mayo. 


CVIII. 


Y la felicidad lluvia de flores 
Derramaba también sobre la frente 
De esa ciudad, que, rebosando amores. 
Era, en verdad, belleza del Oriente^ 

Un tulipán de espléndidos colores. 

Que á la orilla del Plata de repente 
Se levantaba a seducir los ojos 
Y á dar al corazón goces y enojos. 

CIX. 


Pues era un carnaval de mil placeres. 

Que por primor imán de todos ellos 

Tenía sus bellísimas mugeres 

Con seno de jazmín, negros cabellos, 

Y ojos que procuraban por quehaceres 
Quemar al corazón con sus destellos. 

Clima frió, salud; salud, hermosas! 

Sois lo que hay de ese tiempo y de esas cosas. 









ex. 


41 1 


La sangre ha enrojecido las canipañus 
De esa Patria que fióse en la fortuna: 

Los hijos han rasgado las entrañas 
De la madre infeliz, y en cada una 
Levantan el laurel de sus hazañas. 

Pueblo del Plata, al fin; fuerte en la cuna, 
Y, apenas joven, en vejez de males 
No deja de su fuerza ni señales. 

CXI. 

Esa Patria tan bella en su regazo 
Ahogó su tierna libertad querida; 

Como madre inexperta, que en su brazo 
Su primer hijo sofocó dormida. 

En un solo momento ha roto el lazo 
Con su prosperidad, y en larga vida 
El yermado jardín no tendrá flores 
Ni el tulipán espléndidos colores. 

CXII. 




i 42 ’ 


CXIIl. 


Una lluvia de lágrimas la tierra 
Ha bebido, mezclada con torrentes 
De la sangre vertida en torpe guerra; 

Y rotas del dolor todas las fuentes. 

Esa Patria Oriental hora no encierra 
Sino del mal las fúnebres simientes. 

Que esa lluvia de llanto es esperanza 
De una flor que se llama la venganza. 

. exiv. 

¡Ail! euando á ese miserable plugo. 
Moderno D. Julián, con rabia extrema [^] 
Vender la patria al estrangero yugo, 

No adivinó que él mismo su anatema. 

Su nombre de traidor y de verdugo. 
Entregaba también, como el emblema 
Con que habrá de indicarlo á la memoria 
De la futura gente nuestra historia. 


Y que una maldición sobre su nombre 
En la posteridad se grabaría, 

Y que al pasar junto á su tumba el hombre 
Sus ojos con horror apartaría. 

No habrá, no, quien mirándola se asombre 
De hallar en derredor flores un dia. 

Que el alma tigre de Nerón le cupo. 

Mas sus caprichos de virtud no supo, [t] 







ex VI. 




Pero esa Patria en su dolor aun halla 
Almas de libertad y valor llenas, 

Como en sangriento campo de bato^lla 
Suelen verse silvestres azucenas, 

Que no ofendió el rigor de la metralla 
Ni salpicó el torrente do las venas 

Y el. heroísmo de D’Assas tuvieron [^] 

Y á su alarma los pueblos respondieron. 

CXVII. 

Mas, ¡ah! la herida es honda: muchas vi^es 
Verá el ombú reverdecer sus hojas, 

Y las praderas renacer las mieses. 

Antes que veas tú las manchas rojas 
Desparecer del suelo, ántcs que ceses 
En la recordación de tus congojas; 

Antes que bebas del placer la almíbar 
Sin que tenga una lágrima de acíbar! 

CXVIII. 

He aquí el Plata con sus dos riberas; 

He aquí alzado el velo del presente, . 

Y á la vista las horas lastimeras 

Que ruedan de sus pueblos en la frente. 
Como sombras que pasan agoreras 
De un tiempo cada vez mas inclemente; 

He aquí la verdad, amarga y dura. 

Mas la verdad, al fin, sagrada y pura.. 


I 






CXIX. 


No hay misterios al ojo del poeta, 
Dueño del corazón, donde la vida 
Guarda de todo ía raiz secreta. 

La dulce rosa qae al amor convida, 

Y la amarga cicuta que la inquieta 
Pasión del odio y la venganza anida. 
Nacen del corazón: ¡ah! no hay arcanos 
A quien lo tiene entre sus propias manos! 




5 


El mal e stá en el hombre, no en las cosas; 
Y eso que llaman en el mundo estrellas. 
Hado, fortuna, suertes veleidosas. 

Son invenciones de la mente bellas. 

Con que las almas cubren afanosas 
Los errores y vicios de sus huellas. 

La fortuna es el hombre, y el abismo 
De sus males, tamb ién el hombre mismo. 

CXXI. 




No hay fortuna ni estrella para el Plata, 
Son sus hombres, no mas, sus propios males. 
Está en su alma la llaga que los mata. 
Ausentes de los rayos divinales 
De la fé y la virtud, en noche ingrata 
Se pierden de las sendas fraternales, 

Y todos marchan de distinto modo: 

Falta la Relijion, y falta todo. 







45 


Cuando el tiempo en su mano poderosa 
Haya llevado al fondo de su abismo 
Una generación ya cancerosa, 

T que el tiempo á la vez traiga en sí mismo 
Otra que sienta en su alma la preciosa 
T purísima luz del Cristianismo, 

No habrá un astro de mas sobre los Cielos 
T paz de Dios habitará estos suelos. 


He aquí el Plata; su pasado hermoso 
Es do eterno valor rica simiente: 

Su futuro es el árbol magostuoso 
Que alzará della su verdosa frente; 

¿No conocéis la tierra que el valioso 
Germen de ese árbol guarda? Es el presente; 
Y aunque es verdad que la semilla encierra. 
Es nuestio tiempo de hoy tan solo tierra 


No son del corazón ocultos penas 
Que vibran ci; las cuerdas de la lira. 
Cuando estas voces de congoja lionas 
Bajo del patrio Sol triste suspira; 

Es que un rumor escucha de cadenas. 
Truenos del canon, gritos de ira, 
Cuando ol dejar el mar siente las olaf 
Bramar del Plata en las arenas solas. 




cxxv. 




Es que hay un no qué de pesadumbre 
En las auras que vagan sobre el Plata; 

Un no sé qué fatídieo en la lumbre 
Que en c! cénit azul el Sol dilata; 

Un no sé qué de vaga muchedumbre 
De ideas, que en el alma la mas grata. 

La mas bella esperanza desvanecen 
Y los dorados sueños oscurecen. 


OXXTI. 

No es el alma, es el tiempo en que vivimos 
£1 que vibra en la Lira sus rigores. 

¿Si hasta la luz que alumbra maldecimos 
¿Como cantar el ámbar de las flores? 

Si el mismo porvenir que bendecimos 
No nos guarda su luz ni sus amores, 

Si hasta la fé en el alma se aniquila, 

Y hasta el llanto se agota en la. pupila ! 

CXZTH. 

Ved á CARLOS; el tipo, historia pura 
Del alma de mil otros peregrinos, 

El no canta su propia desventura, 

£1 cruza de su tiempo los caminos 

Y es el ángel que espía la amargura; 

Los ayes y . los sueños cristalinos 

De sus hermanos, y en su triste Lira 
Hace á todos hablar cuando suspira. 










Y bien ¿ que tiene aquí ? Dejó este rio 
Huyendo de su atmós&ra pesada; 

Ha sufrido dos años el hastio 
De una existencia lánguida, cansada; 

De la horfandad y desamor el frió 
Su alma por las pasiones abrasada, 

Y ba surcado la mar errante y solo. 
Desde el sol tropical al yerto polo. 


Ha sorprendido al mar en su misterio. 
La luna, las estrellas, los albores. 

La oscuridad entre su mismo imperio. 

La tempestad y el rayo en sus rigoies; 
La luz, la nube en su palacio e tério. 

En todos sus secretos y esplendores 
Ha visto y ha cantado la grandeza 
De una vírjen feliz naturaleza. 


Ha cantado al arrullo de los mares 
A su Dios, á su Patria, á su querida. 
Nuevo Harold en alma y en posares, [/c] 
Ha comprado con fibras de su vida 
Una bella corona de azahares. 

Y bien, ¿cesó el dolor? Brota la herida 
Mas y mas sangre, y al volver al Plata 
El agudo dolor mas lo maltrata. 




48 


CXXXI. 




Planta exótica en su época maldita 
Con la posteridad vivo su monto, 

Y allá on la liíz del porvenir bondita 
Un rayo busca su abatida fronte. 
Escuchad, ¿ no lo veis ? Su sien marchita 
Se anima y so colora de reponte; 

Sobre los ondas sus miradas jira 
Y, volando el bajel, pulsa la Lira. 






Al PUTA. 


o^tOo 


Hincha, ¡oh Plata! tu espalda jigantc 

Y atropellen tus ondas el pino : 

Es un hijo del suelo Arjentino 
£1 que vuelve tus ondas á ver. 

Que el pampero sacuda sus alas; 
Que las nubes fulminen el rayo; 

Una hoja del árbol de Mayo 
Es quien pasa rozando tu sien. 

Brazo hercúleo del cuerpo Arjentino, 
A la sana del alma responde, 

Si el rigor en el alma se esconde, 

No desmienta su brazo el rigor. 

Sé la imájen del tiempo présente, 

Y alborota tus ondas ¡oh Plata! 

Mira mi alma cuan bien lo retrata 

, Desahando tus ondas mi voz. 






¿No escucháis esc ronco bramido 
Que estremece el desierto y la sierra? 
¿No sentis que se rasga la tierra, 

¿ No sentis un torrente bramar ? 

En un mar de pasiones y sangre, 
Sin orillas ni luz ni horizontes. 

Donde absorta la sien de los montes 
Mira razas y pueblos rodar? 


Hincha, ¡oh Plata! tu espalda jigantc. 
No desmientas tu tiempo inclemente, 

Y salpiquen tus ondas mi frente 
Conmoviendo la nave á mis pies. 

Ese mar de pasiones y sangre 
Mi barquilla también arrebata; 

¿Qué me importan tus ondas, ¡oh, Plata 
Si aun aquellas no abaten mi sien ? 


De ola en ola mi frájil barquilla 
Bogará por el mar iracundo; 

Si me cupo esta suerte en el mundo. 
Adelante — surquemos el mar. 

Mi alma tiene la fé del poeta, 

La esperanza me templa la lira. 

Esc mar con su furia me inspira, 

Y á su estruendo mi voz se alzará. 



De mi frente las nítidas flores 
Por los vientos veré desprendidas, 

Y hasta el fondo del mar sumerjidas, 
Sin llorar al decirlas adiós. 

Tumbarán mi barquilla las olas 

Y caeré dentro el mar sin enojos. 

Pues yo sé que al cerrarse mis ojos 
Queda abierta en mi nombre otra flor. 


Hineha, ¡oh Plata! tu espalda jigante; 
Que fulminen las nubes el rayo. 

Una hoja del árbol de Mayo 
Es qjien pasa rozando tu sien. 

¿La borrasca me espera en la orilla? 
Pues no duerman tus olas en calma. 
¿Tempestades esperan á mi alma? 

Pues sacude también mi bajel. 


* No me asustan la orilla ni ol rio; 

Yo me voy mas allá de mis años, 

Y entre Cielos y mundos estraños 
Vivo tiempos que están por venir. 

Que haya sangre también en tus olas 
Que salpique su espuma mi fronte; 

Mira ¡oh Plata! cual vuela mi mente; 
Oye ¡oh Plata! tu tiempo feliz. 






£1 ánjel del futuro de hinojos en Oriente 
Espera el primer rayo del venidero sol, 

Para decir al hombre del viejo Continente: 

AURORA 8£ LEVANTA DEL MUNDO DE COLON.** 


Mañana de esa aurora los rayos en el monte, 
Los rayos en las ondas, los rayos á doquier. 
Harán sobre los Cielos, magnífico horizonte 
Que bañará radiante de América la sien. 




Mañana en esos rayos ¡oh Plata! de repente 
Descenderá dcl Cielo la bendición á ti, 

Y entonce el viejo mundo te gritará: “detente 
Mis razas arrebatas, mi genio y porvenir.’* 


Y seguirán tus ondas tirando en las arenas 
Las ciencias y las artes cual perlas de la mar, 

Y de hombres y de industria y de virtudes llenas 
Salpicáras el árbol frondoso de la paz. 

Y al empinar tu planta sobre tu propio abismo 

Podrás jirar. altivos los ojos en redor, * 

Sin encontrar esclavos ni rudo fanatismo, 

Ni enrojecida huella de bárbara ambición. 


¡Ay triste del que osare sobre Arjentma frente 
Alzar de los tiranos el látigo otra vez! 

Sacudirás tus ondas y al eco solamente 
El hacha dcl verdugo le abatirá la sien. 










Cargado de recuerdos y vanidad entonce, 
Ofertas y amenazas y naves burlarás; 

Y ¡ay! triste para siempre del estránjero bíónce 
Que osáre en las riberas del Plata retumbar! 

La Libertad hermosa se bañará en tus oíos, 

El aire de su vida lo aspirará de tí{ 

Y en tus riberas, ántes tan áridas y solas, 

Tendrá para dormirse su célico jardin. 

Y enamorado el hombre de su sin par belleza, 
El labrador sus flores derramará á sus pies; 

Y el alto pensamiento, mirando su cabeza. 

Del genio en la batalla lo buscará laurel. 

Y poderoso entonce y entusiasmado y libre 
¿Que mano entre las nubes eclipsará tu sol ? 
¿Quién alzará la frente cuando tu acento vibre 

Y cien Ciudades hagan el eco de tu voz ? 

Cuando á tu alerta grite la Patagonia ¡álerta! 
¡Alerta ! el viejo Chaco, y ¡ alerta ! el Paraná; 

Y la Nación levante su frente descubierta. 
Diciendo con sus bronces al enemigo: — atrns ^ 


-S09 — 


i 





Gozáos en la tumba, héroes de Mayo, 

£1 árbol .que plantasteis dará fruto, 

Cuando asome en Oriente el primer rayo 
Y huya la noche con su triste luto. 

¡Oh¡ esc tiempo vendrá. Semeja ¡oh Plata! 

Los temporales de mi tiempo yerto 

Mi voz con tus bramidos arrebata 

Adelante, bajel; vamos al puerto. 







[aj Después de su viaje al Mar del Sur, volvió el Peie^ino fi 
lu ciudad del Rio Janeiro, donde permaneció dos años; los mas 
tranquilos, y aun podemos decir, los mas felices do su vida. El 
Canto Undécimo del Poéma está, consolado d sus recuerdos del 
Brasil; y á arrebatar, en cierto modo, algunas ideas falsas y des- 
favorables que existen en jencral sobre la sociedad brasilera; como 
también, d revelar esa naturaleza magnifica, rica de novedad y 
poesio, con que ha engalanado Dios ese opulento pedazo del suelo 


Entre aquellos recuerdos , hay un din que d menudo se nombra 
en eso canto— El Ciiico-de-Enero, d quien llama el Peregrino, “ su 
diade oro '* — Un recuerdo individual, — pobre para los otros, si se 
quiere ; pero rico tesoro para el corazón del Peregrino, d quien es 
preciso peí donar el que se ocupe de algunos recuerdos propios de 
él, por lo mucho que se ocupa y sufi-e por los recuerdos (Oenos. 

[ft] El Peregrino entraba al Rio de la Plata el 17 de Abril (b? 
este mismo año, tiempo en que el jeneral Oribe era dueño de casi 
todos los Departamentos de la República. 

Por esta fecha vése también que el Peregrino no tiene el don 
de la oportunidad para hacer su viajes. 





If; 


(JO 






[f;] Hemos dejailo en el Janeiro miirlios de nuestros papales, 
y scntiinus no tenerlos itreséutes para ihiHtrnr esta nota con nlgu- 
notí lieehos históricos de la guerra de la independencia, notables por 
su noblerji. 


Pocas guerras han existido mus encurnizad;is, mas de concien- 
cia, que la que, por espacio de 15 años, han sostenido sobre nues- 
tro continente los españoles y los americanos ; pero pocos también 
mus llenas de actos bizarros y jenerosos. 

Por ejemplo— Durante el sitio de los Castillos dcl Callao, el Je- 
ncral San Martin orrecia los hospitales de la ciudad de Lima ó. los 
heridos ó enfermos de la pinza, inhabilitada para atenderlos, y mu- 
chos españoles, no ménoa jenerosos que su enemigo, aceptaban la 
oferta; pasaban ó Lima; y, restablecidos, volvían ó sus nías, si 
asi lo querían. 

Pero no se crea que solamente con enemigos comunes se tenían, 
estas consideraciones. Uno de íos Jenerales españoles (+) grave- 
mente enfermo, aceptó del Jeneral arjcnlino la oferta de pasar á cu- 
rarse á Lima, donde se le arregló una casa, y donde, asistido por 
oñcioles dcl ejército patriota, se restableció, y pidió y obtuvo su pa- 
saporte para España, después que los castillos fueron tomados. 

Las crueles pero imperiosas exijencios de la guerra obligarou, 
por mas de una vez, á la adopción de medidas rigorosas, pero esto 
era el resultado de las circunstancias mas ó ménos premiosas, pero 
no de lu Indole de la guerra, ni del carácter de los americanos. 

El cuchillo, la traición y todos esos me<Iios bárbaros y repro- 
bados que hoy se emplean en nuestras guerras civiles, son la Inven- 
ción esclusivn, y por consiguiente moderna entre los ajjentiuos, del 
Jcnerul Rosas — Son su obra, y aunque somos sus enemigos, jamas 
desconoccrémos en él como en nadie, lo que sea parto de su jenio. 

[dj ^^Ingraía patria, no tendrás tú ni mis cenizas.” 
(Inscripción hallada sobre la tumba de Escipion el Africano.; 

[c] En 1839. un carro triunfal donde -iba colocado un retrato 
de D. Juan Manuel Rosos, ha paseado las calles de Buenos Ayres. 
Las guarniciones de ese carro eran uima cintas blancos y punzóes, y 
cuatro Señoras, que se mudaban de cuadra eu cuadra, tiraban de 
elliLs. Estu Señoras eran los esposos de los Jenerales, de los Miuis- 
tro.s, de todos los principales magnates del Jeneral Rosos. 

Dos hileru.s de hombre.s cerraban los flancos de la comitiva de (*) 


(*) A lu iniblicacion de totla la obra daremos el aomhrc de osle Jeacral, y 
iHtillcnréiiios, j auaienliirémns eála noui:— hoy mus ea imposible, ¡K>r ciuecti de 
nuestros papeles, 







61 


dainns', los unos coiv su csipnda de soldado ú su cintura; los otros 
con su bastón de niajislrado en la mano — Estos hombres eran los 
nutridos de esas damas. 

A estos hombres nos hemos dirijido: ¿ son demasiado ácres 
nuestras palabras í 

Empezaron por envilecer la patria, después se envilecieron y 
prostituyeron ellos— esto era lójico. — Envilecidos, esclavos, llenos 
de zozobras y de miedo, para mejor adular á su Señor, envilecieron 
á sus esposas-asto era lóiico-; Será mucho <l»c por miedo también . 
lascouvicrtau^n^Mesali^^ No, 

no liabriíTleqím sorpremKerse. 

Por otra parte; si nuestras palabras son agrias, tengase presen- 
te que los hombres que de conciencia, por convicciq^^ hacemos la 
guerra á Rosas y á sus amigos, se la hacemos de fré3l|||||le muerte, 
como nos la hacen á nosotros, mientras seamos enemigos — y asi es 
como se sostiene, á lo ménos, como se ha debido sostener, nuestra 
guerra— Cuando alguno de esos hombres ha vuelto en si, y se ha 
alistado en nuestras banderas para trabagar por la libertad de la pa- 
tria de todos, ninguno de los enemigos del tirano le hemos cerrado 
nuestros brazos— Cuando los que le quedan le abandonen, olvidare- 
mos todo, porque ninguno cntónccs tendrá el derecho de üscalizar 
su pasado, si trabiyan por el porvenir— No es pues el rencor, sino el 
espíritu de la guerra actual, el que dirye las palabras y las acciones 
de los enemigos de Rosas. Espíritu que han marcado primero 
Rosas y sus amigos. 

(/] “S.M. el Emperador del Brasil y el Gobierno encargado de 
las relaciones exteriores de la Confederación Arjentina se unen en 
alianza ofensiva y defensiva contra el poder y autoridad que ejerce 
Fructuoso Rivera en la República del Uruguay y contra los rebel- 
des de la provincia del Rio Grande del Sur, y contra los partidarios 
de dicho caudillo y de los mencionados rebeldes.” (Articulo 1? 
de tratado de 24 de Marzo de 1843.) 

“las tropas imperiales que entraren al territorio de la 

República Oriental del Uruguay se pondrán á las órdenes del Jene- 
rul de los fuerzas confederados.” f Periodo del artículo 6? ) 

Este tratiido pre.sentado en proyecto por el Plenipotcncinrio 
Arjentino en la Corte del Janeiro el 5 de Febrero y celebrado el 24 
de Marzo, se envió á Bnenos-Ayrcs, ratincado por S. M., á recibir 
la competente ratificación del Gobierno Arjentino, como se previe- 
ne en el articulo 13 del tratado. Rosas no quiso ratificarlo. 

Esto notable iLsiiiito, que es ya jiropiedad del público, no 
queremos cuiiientar, tanto porque )ios llcvann á considerado- 








lies liien lictcnidns como <J1 .lo merece, cuanto porque miiv poco 
podrimnos decir despue-s de lo.s Ilustrados nrtleulo.s dd Comer- 
cio (frl Plata en los Nros. de 6, 8, 10 y H de Noviembre de 1315, ú 
que nos referimos. ’ 

I?-] Oú sont les vicille.s bandes espngnoles qui avnicnt mis 
la main dans lous les grands événcments des siécles précédents, 
qui avalciit fiiit les de.sliiióes de PEiiropc ? clles son mortcs A 
Kocroy. {Cousin—IIistoirc de la Phüoaophie.) 

[AL^espetaraos la historia eapaüoln; queremos creer con ella 
que eIrTJüiide D. Julián entregó su patria á los Moros. Pero 
¿quien sabe si este desgraciado, cuya traición tlie revelada pri- 
nierauiente por^a Jiistoriadort^s moriscos, qnc han podido c.s- 
<**'ibir bm^|j|||ft^ (lo su ódio A la España, fue arrastrado 

á ese c^^W¿ por el despecho de una ofensa la nías Acre al co- 
razón do un hombre, como lo cuentan las crónicas españolas; 
y como tan noblemente, tan lleno de generosidad, el Sr. D. Miguel 
Agustin Principe, lo ha proclamado ú la faz de la historia y de 
la tradición española; y entónces hacemos nosotros una ofensa 
ni soldado español (^críbieudo al lado de su nombre el nombre 
de Oribe, que para entregar su patria á Rosast, no ha tenido 
otra causa que una miserable ambición de caudillo y una .sed 
implacable de sangre.' 

[t| Al siguiente dia de la muerte do Nerón, se hallaron al- 
gnna.s llores esparcidas sobre su tumba; y los cómentadorts de 
este ftmómeno, lo han csplicado por algunos ro.sgos dcl enrúe- 
t('r individual dcl tirano, que lo haciu algunas veces prodigar 
oro y benefleios sobre aquellos de sus esclavos que ménos po- 
dían esperar .su recuerdo, por su nulidad ó ¡)or su clase — erau 
puramente caprichoa del tirano. — Alguno de esos beneficiados 
(h^rrnmó esas tlore.s. ¿Unión dernunani lloros sobre la tumba 
de Oribe.' 

[^'1 El Coronel D’Assas, en ocn.sinn de hallarse de Gefe 
d(* avanzada del ejóroito IVances, llió en la noche sorprendido 
.«olo, al wconoccr los centinelas. Algunos enemigos le. pusieron 
las armas al pecho, dicióndole que comprase su vida con el si- 
lencio: “A la.s armas” gritó D’Assas— filé asesinado, pero libró 
ul ejército do la sorpresa — La historia francesa perpetúa cate 
nombre benemérito. 







fí) ('hilde-Iíarold — poema de Lord Hyn>n.